En estos tiempos en los que se habla tanto de inmigración hemos de recordar que los saucanos también hemos sido inmigrantes tanto a nivel nacional como en el ámbito internacional.
A este nivel ultimo es al que yo voy a referirme en este articulo, no en vano lo he vivido en mis propias carnes, fui inmigrante en Francia durante nueve años, cinco a temporadas de 8 meses y 4 de seguido.
Como digo hace muchos años que la República Francesa viene acogiendo inmigrantes Saucanos; en la mayoría de los casos gente que ha ido a trabajar a la recolección de la fruta, a la poda de frutales y a la vendimia; por allí han pasado cientos de habitantes de este pueblo de las más variadas características: desde padres de familia a buscar el pan para sus hijos hasta estudiantes a ganarse el pago del próximo curso.
De casi todos es conocido que a mediados de Abril salía un autocar de gente para Nimes cargado de maletas para seis meses. En esas maleta se mezclaba ropa con comida (chorizos, salchichones, jamones y garbanzos) pero también viajaban algunas botellas (brandy, anís, pacharán, etc.). Aunque con todo, la maleta siempre pesaba mucho más al regreso.
Penoso viaje, por cierto. Se cogía el tren en Medina de Campo a las 12 de la noche. Un tren lleno de emigrantes, de nuestra zona y Portugueses, hasta que en Burgos enlazaba con el que venía del sur lleno de Andaluces, Extremeños y Marroquíes. Cuando llegábamos a Irún, nos hacían pasar un exhaustivo control médico, nos daban unas latas de conserva, una tableta de chocolate y a continuar viaje.
Así llegábamos a Nimes, 28 horas después de haber salido de Medina. En la estación nos estaba esperando Alfonso con el furgón que nos llevaría a Garrigues, a unos 15 Kilómetros.
Una vez allí, a esto de las 5 de la madrugada, nos repartíamos las habitaciones y los compañeros, echábamos un trago de agua de la higuera y a dormir un rato, puesto que a la una de la mañana empezábamos a trabajar. Menos mal que las cosas cambiaron cuando se abrieron las fronteras y ya podíamos pasar con nuestros propios vehículos o viajar en autocar de un tirón.
¿Quién no recuerda el "ça va (sa va)" el" bonjour (bonllú)" "el au revoir "(orvuá)" o el "a la soupe (a la sup)" de Kiki? ¿quién no recuerda la sombra de la inmensa higuera, el césped o el paseo a la vía ( a ver trenes atravesaos), el bar de la Simona, el vino de Bonissa, el de Campuget (Campusel), la plaza de Manduel, el Olivet, el Baby-Gold (babigon) 6, 7, 8 y 9, la granny, la snow queen (esnoquin) el juli lady (lludiledi) o la fábrica de armas? ¿quién no recuerda a Monsieur (mesié) Fresse a Alfonso, el Moreno, José María, Bardo, María, Paca (en paz esté) o el Cuco y toda esa buena gente Murciana que tan bien se portó con nosotros sacándonos las castañas del fuego muchas veces sobre todo con los papeleos oficiales y las traducciones?
La temporada daba comienzo a mediados de abril, cuando los melocotoneros comenzaban a hacer su fruto. La primera labor que se hacía era "clarear": se trata de tirar los melocotones sobrantes de cada árbol para así permitir a los que se quedan coger el calibre y la calidad suficiente para que sean aptos para la venta.
Continuaba la temporada con la recogida de la cereza. Antes sólo había una línea de cerezos a lo largo del camino de entrada y esa la labor la tomábamos como un descanso, puesto que era poca producción y se solía hacer relajadamente. Además de que como la cereza está tan buena nos poníamos hasta la médulas de ellas. Luego ya se pusieron unas cuantas hectáreas y se hacia mucho mas pesado.
Después ya comenzaba la temporada dura, la recolección del melocotón. Se empezaba con las variedades tempranas de primavera spingtime (printeis), sprinwold (pringol) y terminaba ya metida en el otoño con los melocotones de conserva, los Baby-Gold (babigon). Entre medias, se recogía la manzana Golden, Royal Gala y Galaxy. Terminábamos con la Granny Smith, los albericoques, fresas, tomates, melones, calabacines y demás productos de la tierra.
A continuación, y ya metidos en Septiembre, comenzaba la vendimia. Había auténticas competiciones entre la gente a ver quién terminaba antes la línea. Bueno, realmente el pique existía en todos los trabajos, pero en la vendimia era diferente. La gente llegaba muerta después de la jornada, pero con una par de aspirinas y medio litro de vino todo se arreglaba y al día siguiente otra vez a ver quien era él más... Terminada la vendimia había que recoger un campo de kiwi ecológico, dejado totalmente de la mano de Dios. Sin herbicidas ni producto alguno, aquello parecía una selva. Había matas de picos de más de tres metros de altura. Menos mal que eran pocos y en una semana se terminaba.
Metidos en los confines del otoño y ya casi en el umbral del invierno, se comenzaba la talla de los árboles. Para esas labores ya sólo se quedaban un selecto equipo de podadores bien aleccionados. Es un oficio duro pero entretenido y hasta bonito. Se trata de seleccionar las ramas que mejor situadas estén y que a la vez vayan a dar la mejor fruta. Es apasionante: tú miras para el árbol, le haces una radiografía, te la instalas en la mente y, por inercia, ya vas cortando todo lo que al árbol le va a sobrar.
àY más o menos ese era el trascurso de unos inmigrantes Saúcanos en Francia, que gracias a Dios ya tienen que ir pero que tenemos que agradecer que haya existido, puesto que ha ayudado a muchas familias Saucanas a sobrevivir y a tener una digna calidad de vida durante muchos años.
En cuanto a la convivencia entre las gentes saúcanas, pues había de todo, como en botica. Era como una especie de “gran hermano” pero a lo bestia. La casa constaba de 5 habitaciones, una gran sala y una cocina inmensa. Era una antigua construcción de piedra muy parecida a las masías catalanas y valencianas; no en vano, eso está al lado del Mediterráneo y la cultura es muy parecida a las de las citadas comunidades españolas.
Por lo general, en cada una de las habitaciones nos metíamos tres personas; salvo en la “chambre noire”, que era la más grande, donde hemos estado hasta cinco. Pues imagínense ustedes de tres a cinco personas con todos sus útiles (léase jamón, chorizos, latas, botellas etc.) y cada uno con sus características personales (ronquidos, pedos, eructos y demás sonidos corporales). Pues a pesar de todo, la convivencia era muy grata y muy pocas veces hubo broncas. Nada más que las necesarias, casi sin importancia, que al día siguiente ya estaba olvidada.
Anécdotas, miles. Desde el tipo que tiró un hangar con un tractor, hasta el que se comió un supositorio por que no quería metérselo por donde todo el mundo. Pasando por caídas de los árboles varias, alguna que otra borrachera simpática, etc. Un día, alguien tendría que ponerse a recopilar vivencias y anécdotas de Francia, daría para un buen libro.
Y esto ha sido todo de lo que pretende ser un homenaje a quienes, como yo, han sufrido la emigración en sus carnes. Y si me lo permiten, desde aquí, quisiera dar un abrazo a toda esa gente que, para sacar adelante a sus familias, ha tenido que irse de nuestro querido pueblo. Tanto a países extranjeros como a otras comunidades autónomas o a otras ciudades de Castilla-León a buscarse la vida.
También un recuerdo para la gente que tan bien se portó con nosotros allí. Comenzando por el dueño de la finca René Fresee (bajo mi criterio a este hombre Fuentesaúco le debe un homenaje), que siempre confió en el trabajo de la gente de Fuentesaúco -y eso esta más que demostrado, puesto que, cuando delegó en su yerno Cyril (Cirilo), este comenzó a coger gente de Portugal y fue echando a los nuestros-. Pero sobre todo nuestro agradecimiento para Alfonso y familia, El Moreno y Nati, José María, María y el Cuco...
Paco Medina 2005
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